Banca chilena: ¿excesivamente conservadora?
Enrique Marshall Economista y exvicepresidente del Banco Central
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Enrique Marshall
Se ha afirmado recientemente que la banca chilena es excesivamente conservadora en el sentido de que tomaría pocos riesgos y, como resultado de ello, contribuiría al desarrollo nacional menos de lo esperado. Vayan algunos comentarios a propósito de esta aseveración.
Primero, la banca cumple funciones fiduciarias, en tanto opera con dinero de terceros. Como se sabe, de cada diez pesos procesados por los bancos, nueve son aportados por los depositantes y sólo uno por sus dueños. Sin duda, esta es una realidad que impone límites al accionar de las instituciones. Si los depositantes se enteraran de que los bancos han decidido tomar riesgos excesivos, simplemente dejarían de confiar en ellos, retirarían su dinero y sobrevendría el colapso.
Segundo, estas responsabilidades fiduciarias, junto a otras consideraciones, han conducido a que la banca sea una actividad altamente regulada, probablemente la más regulada entre todas. Lo que se persigue con ello es mantener los riesgos acotados y, por esa vía, brindar protección a los depositantes, quienes tienen poca injerencia en cómo se asignan los fondos que aportan. Esto no obsta para que otros mercados financieros puedan canalizar operaciones que conllevan riesgos de crédito, liquidez o mercado más altos que los establecidos para los bancos.
Tercero, la banca chilena tiene incorporado en su ADN la experiencia de haber pasado por una severa crisis en los años ochenta. Esta última infringió costos altísimos al país por varios conceptos, entre otros, por el menor crecimiento que se observó en los años posteriores. Si la banca tiene internalizadas las lecciones que dejó la crisis, ello debería ser visto como algo positivo y no como un motivo de reproches.
Finalmente, cuando surgen debates de este tipo, es bueno remitirse a la evidencia y los datos. Revisemos algunos antecedentes. El crédito bancario canalizado a los hogares y las empresas alcanza en nuestro país niveles que no pueden ser calificados como bajos si se comparan con los de otros países. Los informes del Banco Central sugieren que estos niveles ameritan un atento monitoreo. A ello se agrega que, en algunas operaciones como las hipotecarias, los plazos son largos y coherentes con las necesidades de los clientes. Todo ello se aleja de la idea de una banca timorata.
Otro antecedente muy decidor es que, en la actualidad, los bancos chilenos, a diferencia de sus congéneres en países avanzados, destinan una alta proporción de sus recursos financieros a otorgar créditos a la economía real. Una banca con aversión al riesgo empoza sus fondos en el Banco Central o los invierte en títulos públicos. No es precisamente lo que se observa en Chile.
En suma, la banca chilena tiene un mandato que le exige actuar con prudencia y responsabilidad. La evidencia disponible para nuestro país no permite avalar que se haya excedido en ese afán.